30 de junio de 2010

Del Bosque ya tiene un plan B

Tras palpar el sentido general de la opinión pública con la victoria de España sobre Portugal, me parece que la valoración del partido ha estado demasiada influenciada por la euforia, lógica por otra parte, de verse de nuevo en los cuartos de final del Mundial donde además espera un equipo, a priori, inferior.

Antes de comenzar, es recomendable hacer un pequeño inciso para recordar que la Selección Española cuenta con la mejor generación que ha tenido en toda su historia. No sería de extrañar, que en futuras alineaciones históricas del combinado nacional, siempre subjetivas pero interesantes, los nombres de Casillas, Piqué, Ramos, Xavi, Iniesta o Villa, como mínimo, aparezcan en buena parte de ellas. Ésto viene a colación de que, a diferencia de otros campeonatos, a este Mundial España llega con un equipo más que competitivo, quizá el más completo, y el único déficit para no ser considerada la gran favorita, es no haber pasado nunca de los cuartos de final. Pasar esa fatídica ronda debe ser el objetivo mínimo de los de Del Bosque.

Salió España con lo mismo que le enfrentó a Chile. Sin embargo, se presentaba un partido totalmente diferente, dado que nada tiene que ver el planteamiento de Portugal con el de los pupilos del siempre peculiar y genial Bielsa. Mandó Del Bosque a X. Alonso jugar más de interior, seguramente para reafirmarse en su afirmación de que España no juega con doble pivote. El tolosarra, pese a jugar infiltrado, volvió a dar un magisterio de derroche físico y de eficiencia defensiva. Por contra, se le notó descolocado en el juego ofensivo, poco acostumbrado a la posición de interior, conduciendo demasiado el balón e incapaz de mostrar la creatividad necesaria para generar ocasiones de gol ante una defensa tan poblada. Con Villa como único estilete en la banda izquierda, optó el combinado español por jugar sin una referencia arriba, pues Iniesta se centraba en la elaboración de juego en el centro del campo y Torres se echó a la banda derecha, con la intención de desubicar a la defensa planteada por Queiroz.

Nada más lejos de la realidad. Iniesta y Xavi no encontraban con quién acelerar el juego. Salvo el manchego, el resto del equipo se mostró pasivo y con escasa movilidad, como demasiado atado al rigor táctico que no le permitía dejar de ubicar su zona asignada, incapaz de buscar desmarques de ruptura que pudieran sorprender a la férrea defensa rival. Torres se mostraba apático y lento, intentando reinvidicarse con jugadas imposibles de un jugador de sus características (teniendo en cuenta su baja forma), buscando siempre el pase al pie y nunca al hueco, acomodado en la banda en la que tapaba además las subidas de S. Ramos, con el que se solapaba en vez de complementarse. Preocupante el estado del fenomenal delantero del Liverpool, más aún tras escuchar unas declaraciones suyas en las que descargaba en Villa la responsabilidad del gol: parece creer que su turno llegará más adelante, a partir de semifinales, como anestesiado por lo sucedido en la Eurocopa de hace dos años, donde debe recordar que aunque todos recuerden el gol decisivo ante Alemania, su colaboración en otros partidos fue decisiva.

Quitando los minutos iniciales, donde España empezó más enchufada, el partido transcurrió fiel al ideario portugués. Los tres centrales portugueses (contando al "duro" Pepe) acudían al quite siempre que se les necesitaba. España, lenta y plomiza, era incapaz de penetrar en el entramado planteado por el estratega Queiroz. Así las cosas, el paso de minutos reafirmaba que Portugal podía ser optimista, pues el partido se acercaba más a lo que ellos habían planteado. Además, la inseguridad de Casillas en un par de acciones más alguna contra peligrosa (como la que acabó en un envenenado despeje de Puyol que casi se cuela en su propia portería) despertaban cierto fatalismo, siempre a flor de piel, en la hinchada nacional. España, por momentos, llegó a partirse. Sólo el bajo rendimiento de los atacantes portugueses, especialmente Simado y Cristiano, suponían un respiro para la defensa nacional.

Fue ese el momento clave del partido. Del Bosque, por fin, ejerció como entrenador y no como diplomático o simple "extra" en la película mundialista. Quitó a Torres por Llorente y, lo más importante, cambió el dibujo. Alonso se situó prácticamente paralelo a Busquets, esta vez sí en doble pivote, mientras que LLorente se puso de delantero centro (en posición "boya", en referencia a la ubicación del jugador de waterpolo más adelantado), fijó a los centrales y dio salida al balón, jugando de espaldas y aguantando lo necesario el balón, pero nunca recreándose con él sino buscando la incorporación de los medios. Iniesta se situó definitivamente de interior con Xavi, dejando el carril derecho para las oportunas incorporaciones de S. Ramos, al que la defensa y el doble pivote cubrían las espaldas. España mejoró, marcó uno que pudieron ser muchos más. Y con un doble pivote en el campo.

Valga esta reflexión para reflejar que el fútbol no tiene un estilo único, pero que si se necesita un dibujo en el que las piezas utilizadas se sientan cómodas e integradas. En este caso fue con un marcado doble pivote y con Torres, Cesc y Silva en el banquillo. Nada que ver con la Eurocopa, pero eso sí, cumpliéndose lo que desde este humilde blog se le reclamaba a Del Bosque, que la Selección sepa a que juega.

Pese a eso, parece ser que el salmantino seguirá con el mismo once inicial contra Paraguay. Un rival incómodo, aunque inferior a Portugal. Esperemos que la arriesgada apuesta para la recuperación del ex-atlético acabe fructificando, porque si coge el ritmo podría ser un jugador decisivos en las dos rondas finales. Todo dependerá de los resultados. España es una del las grandes selecciones y por ello no necesitará de su mejor versión para ganar a los paraguayos. Pero me sigue preocupando los problemas que la mala ubicación de ciertos jugadores genera en el juego colectivo.

Aún así, por lo menos, ya se ha encontrado una fórmula donde el equipo se siente cómodo. Aunque sea un "Plan B". Y con Iniesta, Xavi, Villa, Ramos y demás hay razones para ser optimistas.








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