El pasado sábado el Real Madrid CF cumplía 108 años. Y lo hizo de la mejor manera posible, reafirmándose en la identidad que le ha hecho el club más laureado del fútbol mundial. Al Madrid a veces se le ha podido discutir su fútbol, pero rara vez su orgullo y su entrega, su capacidad para sobreponerse a los obstáculos. El partido del sábado fue un claro ejemplo de ello. Tras sesenta minutos en los que el Sevilla dominó la posesión y se encontró con dos goles un tanto afortunados, lo más fácil hubiera sido poner las miras en el transcendental partido del miércoles. Pero eso no puede ni debe ocurrir en el Bernabéu, que si algo exige a sus jugadores es entrega. Y eso fue precisamente lo que ofreció el once de Pellegrini a su público, una confianza brutal en su posibilidad de remontar el partido y una determinación majestuosa para llevarlo a cabo. En media hora de partido los blancos asediaron la portería de Palop, guiados por un determinante Cristiano Ronaldo, un magistral Guti, y un eléctrico Van der Vaart. El holandés merece un comentario aparte, resulta increíble como un hombre prácticamente defenestrado en el verano ha confiado en su fútbol para convertirse en una importante pieza dentro de la plantilla merengue. Durante esos treinta minutos el Madrid fue una auténtica emboscada, una banda de hunos asolando las huestes rivales. Probablemente el Madrid sacó a relucir el que debe ser su fútbol, el que tradicionalmente lo ha sido, el fútbol directo y de asedio constante. Y quizás fue eso lo que espoleó al Bernabéu, esa verticalidad, esa entrega, ese deseo de abalanzarse sobre la yugular del rival sin miramientos. A su vez, el sábado resultó una buena muestra de lo que se puede conseguir con la unión entre público y equipo, crear una presión muy difícil de soportar por el equipo rival. Quizás la mística del Bernabéu resulte fundamental esta temporada, en la que seguro que la afición merengue tendrá que apoyar al equipo tal y como lo hizo el sábado. Y resulta difícil no hacerlo tras una demostración de fé como la ofrecida ante el equipo de Manolo Jimenez.
El pasado sábado el Real Madrid CF cumplía 108 años. Y lo hizo de la mejor manera posible, reafirmándose en la identidad que le ha hecho el club más laureado del fútbol mundial. Al Madrid a veces se le ha podido discutir su fútbol, pero rara vez su orgullo y su entrega, su capacidad para sobreponerse a los obstáculos. El partido del sábado fue un claro ejemplo de ello. Tras sesenta minutos en los que el Sevilla dominó la posesión y se encontró con dos goles un tanto afortunados, lo más fácil hubiera sido poner las miras en el transcendental partido del miércoles. Pero eso no puede ni debe ocurrir en el Bernabéu, que si algo exige a sus jugadores es entrega. Y eso fue precisamente lo que ofreció el once de Pellegrini a su público, una confianza brutal en su posibilidad de remontar el partido y una determinación majestuosa para llevarlo a cabo. En media hora de partido los blancos asediaron la portería de Palop, guiados por un determinante Cristiano Ronaldo, un magistral Guti, y un eléctrico Van der Vaart. El holandés merece un comentario aparte, resulta increíble como un hombre prácticamente defenestrado en el verano ha confiado en su fútbol para convertirse en una importante pieza dentro de la plantilla merengue. Durante esos treinta minutos el Madrid fue una auténtica emboscada, una banda de hunos asolando las huestes rivales. Probablemente el Madrid sacó a relucir el que debe ser su fútbol, el que tradicionalmente lo ha sido, el fútbol directo y de asedio constante. Y quizás fue eso lo que espoleó al Bernabéu, esa verticalidad, esa entrega, ese deseo de abalanzarse sobre la yugular del rival sin miramientos. A su vez, el sábado resultó una buena muestra de lo que se puede conseguir con la unión entre público y equipo, crear una presión muy difícil de soportar por el equipo rival. Quizás la mística del Bernabéu resulte fundamental esta temporada, en la que seguro que la afición merengue tendrá que apoyar al equipo tal y como lo hizo el sábado. Y resulta difícil no hacerlo tras una demostración de fé como la ofrecida ante el equipo de Manolo Jimenez.
1 comentarios:
Soy consciente que este artículo quizás peque de merengón, pero no me he podido resistir a escribirlo tras el partidazo del sábado. Espero que no os importe esta pequeña ruptura de la objetividad que caracteriza al blog.
8 de marzo de 2010, 16:54Publicar un comentario